Hay que ir a las obras malas

Ago 29 •

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Son muchas las ocasiones en las que salimos rabiando de la obra. Es un desastre, en menos de tres metros se están haciendo trabajos de albañilería, de electricidad y de pladur. No debiera ser así, la albañilería ya se tendría que haber terminado hace meses, desnudar el edificio de todos sus revestimientos, ver que es lo que había que derribar, consolidar y a otra cosa. Pero no, el propósito del proyecto era otro, bastante equivocado, porque al igual que un médico que no puede dar un tratamiento correcto sin hacer un buen diagnóstico, en nuestro edificio ocurre igual, mucho más cuando se trata de una rehabilitación.

Hace unos años me llevaron a una obra en un pueblo, ya me habían advertido, pero nada más bajarme del coche me llevé las manos a la cara y dije un profundo: “¡Ay, Dios mío!”. Aquella misma tarde, reflexionando, me di cuenta de que aún de todas formas aquella visita era necesaria, darse cuenta de los errores en los que no se podían caer, o mejor dicho darse cuenta de los errores en los que te querían tirar, era tan necesario como ir a la obras ejemplares, de hecho puede que incluso más importante, sobre todo para los que estamos empezando.

Ahora somos nosotros los que en primera persona sufrimos aquella especie de maldición necesaria, rodeados de nubes de polvo de los derribos, por trozos de tubos del electricista, recortes de perfiles del pladur, bastidores por colocar, sanitarios almacenados y remanente de solería, me digo cada día que no hay otro sitio en el mundo donde pueda aprender más ahora mismo.

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