Lotería de navidad.
• 1341 Views • No hay comentarios en Lotería de navidad.Dice uno de mis mejores y más antiguos amigos, José Antonio, que soy un iconoclasta, que lo que me gusta es romper por romper, negar símbolos. Dice que en el fondo, lo que me gusta es llevar la contraria, ir contra corriente. Puede que algo de razón lleve, pero es que no puedo estomagar este sinvivir frenético de las navidades de lotería y mazapán, el festival de consumo irracional que contienen estos días, y el caso concreto de una de sus manifestaciones más populares y nefastas -ahora me intentaré explicar-, la lotería de navidad. Por eso siempre que puedo, intento escaparme a algún rincón del mundo donde no se celebre esta superstición consumista. No es difícil, incluso sin ir más allá de las riberas del Mediterráneo. Sin ir más lejos, en Turquía o Tünez hemos pasado hace algún año no-navidades francamente divertidas e interesantes. Alejados de las tradiciones de consumo masivo.
Para empezar, uno, que es ateo militante, observa con incredulidad científica que un evento supersticioso -o sea, religioso: la supuesta celebración del nacimiento de un hombre-dios hace dos mil años- se convierta en el centro de la atención y la actividad de unos cuantos países autodenominados -democráticamente, a través de sus constituciones- laicos, aconfesionales o al menos, no declaradamente confesionales ni directamente talibanes. Pero lo curioso es que esa supuesta celebración supersticiosa (religiosa) se manifiesta en un festival de consumo capitalista exacerbado. El consumismo descerebrado: se trata de consumir, consumir, consumir, sin mirar para qué o para quién, o a quién beneficia o perjudica, o qué conseguimos con ello, o si esto nos beneficia o nos hace más felices. ¿Qué más da si sobra comida en la mesa? Es navidad, y una parte de la fiesta consiste en que sobre de todo.
Para seguir, la celebración de estos días consiste en engordar de manera estupenda, militante y animada, la desigualdad en el reparto de la riqueza. La lotería de navidad es el prototipo de este sistema injusto y aleatorio de producción de nuevos ricos : un montón de gente, mayormente de clase media y baja (¿no se han preguntado nunca por qué los ricos no juegan a la lotería?) juntan, a base de pequeñas aportaciones, acumulan un no despreciable capital que se concentra en unos cuantos premios cuyos privilegiados destinatarios se eligen por el azar. La probabilidad de que le toque el gordo a cualquier participante en este juego es de un 0,001%, algo así como una sobre cada 85.000. O sea, sólo uno de cada 85.000 jugadores pillará cacho, lo que se llama pillar cacho de verdad (el gordo). Y lo que es más probable, si aplicamos la teoría matemática, es que de cada 100€ que juegue sólo recupere, a la larga, 70€, porque de manera excepcional, en este juego, el Estado solo se queda con el 30%. Habitualmente esto es todavía más llamativo, y los impuestos descuentan en torno a un 50% del importe recaudado.
Pero lo que es más sangrante: como bien decía Hugo, en III República, el criterio de redistribución de la riqueza de este juego es exactamente el contrario al que defendemos desde una concepción social y solidaria. Si lo habitual -lo habitual para rojos, progresistas, izquierdosos y comunistas, se entiende- es intentar que los que más tienen repartan, en pequeñas dosis, su excedente para los que tienen más necesidad y aliviar sus carencias y necesidades, la lotería hace exactamente lo contrario: entre un montón de gente suman grandes cantidades que hacen ricas a un pequeñísimo número de personas. Es decir, hace lo mismo que la bolsa, pero eligiendo a los ganadores no en virtud de su pericia o habilidad, sino en el puro azar. Por cierto, que tampoco juego ni pienso hacerlo a la bolsa, no porque piense que carezco de la pericia suficiente, que también, sino por lo que ahora explicaré.
La razón última por la que no juego a las loterías ni juegos de azar ni a la bolsa ni a otros juegos, porras o sistemas de reparto de riqueza acumulativos no es ni matemática (a pesar de que es evidente que comprar boletos de lotería es un desastre probabilísticamente anunciado) ni ideológica, político-social (y eso que es lo contrario de aquél ideal por el que luchamos todos los días, la redistribución de la riqueza desde los más ricos hacia los más pobres). La razón última para negarme, año tras año, a jugar en esta locura consumista, es filosófica. O mejor, sociológica. Estoy seguro de que, aunque me tocara la lotería, no sería más feliz. Es más, me crearía más problemas de los que ya tengo. No necesito más dinero para ser feliz. Con lo que tengo -que no es mucho- ya tengo suficiente. Y no quiero, como dice querer otra gente -ya veríamos qué sucede, de verdad, si se diera la circunstancia- dejar de trabajar para vivir de las rentas de ese gordísimo premio que te puede tocar en las loterías. Me gusta trabajar. Disfruto trabajando y no quiero dejar de hacerlo por ahora.
Y entonces hago la cuenta siguiente: si no me va a tocar (lo más probable), ¿para qué voy a jugar? ...pero, aunque me tocara (poco probable), tampoco me va a hacer más feliz. Así que yo no juego.
Eso sí, me alegro mucho de que, a quien le haga feliz acumular un montón de dinero y/o no trabajar para ganarse el sustento, le toque la lotería. Allá ell@s.
Otros artículos relacionados en ARKIMIA:
Arquitectos sin fronteras: blogs para una ONG 2.0.
Arquitectos Sin Fronteras: construir futuro con tarjetas de navidad.
(Las fotos proceden de una de esas "no-navidades", en diciembre de 2.002, en Istanbul. Visita altamente recomendable, sobre todo en estas fechas.)
Related Posts
« SEGUNDO ENCUENTRO PROYECTO LUNAR LINEAS DE ACCIÓN PARA EL LITORAL GADITANO »